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viernes, 6 de febrero de 2009

Para no descuidar el efisema pulmonar.

Las once de la mañana y el décimo tercer cigarro ya estaba en mi boca tratando de calmarme la desvandada de hormigas que me recorrían sin piedad alguna por todo el cuerpo. De a poco se quedaban danzando no se que baile raro en mi estomago y luego se movían súbitamente a mi garganta.

Hice más de un intento de abrir los ojos y distinguir por lo menos la banqueta que estaba barriendo, empero, el color canela de aquella piel me tenía bloqueado el esprectro solar que comprendía de la puerta de mi casa a la cama donde por fortuna había tenido el absoluto placer de preguntarle su segundo nombre.

¿Nuevamente había sido todo producto de mis ganas? Era increible, sentía las manos llenas de rozagante vida, podría jurar que no hice nada más que cuidarle los senos del frío en la madrugada.Por accidente o inexplicable magia mis labios olián a buena compañia y a cigarro...